jueves, 29 de marzo de 2012

Breaking Bad: Y líbranos de todo mal, amén

No hay mucho que decir sobre Breaking Bad que no se haya dicho antes. Se trata de una de las series más impactantes, no de los últimos tiempos, sino de la historia de la televisión en general. Más adictiva que la metanfetamina azul de Walter White o que la gran final de American Idol.


Como lector típico de Periódico de a china, estoy seguro que usted ha visto, al menos, tres temporadas de la serie. De no ser así, vaya inmediatamente a descargar su torrent pues el resto de la entrada no va a hablar más de la serie, sino de la enorme confusión que suele darse acerca de la evolución del personaje central.


Se suele aceptar, sin mayor escepticismo, que el personaje de Walt, conforme avanzan las temporadas, el cáncer y su inmersión en el mundo del narcotráfico, se va deshumanizando, alcanzando, en caída libre, los márgenes de la sociedad e incluso rebasándolos. Sin embargo, lo que Heisenberg hace, en realidad, es reubicarse hacia arriba; pasar del pueblo llano a la élite de los negocios corporativos y, acorde con su nuevo estatus, se desentiende de los problemas vecinales. Le ha pasado a Mark Zuckerberg y a Bill Gates; a Steve Jobs, a Mc Cartney y a Roman Abramovich. Incluso le ha debido pasar a Tongo.

lunes, 26 de marzo de 2012

La Trilogía de la Bella Durmiente: La madre intelectual de Stephenie Meyer se pone cachonda

Anne Rice es una escritora de Lousiana (que no es como decir estadounidense, por el fuerte componente franco africano de aquel pueblo), que, aprovechando la rica mitología popular de su tierra y sus propias obsesiones sexuales -en particular el homoerotismo-, brindó a la humanidad una vuelta de tuerca a la figura del vampiro (el que se encontraba anquilosado en la figura del famoso conde creado por Bram Stoker) dotándole de elementos tremendamente novedosos como el desconcierto ante la inmortalidad, la búsqueda de su lugar en un mundo sobre el que se ha elevado tremendamente, la soledad multiplicada del desarraigo, la paradoja del cuerpo eternamente joven que no detiene el envejecimiento del alma, la condena, el placer, la crueldad de unos monstruos que simplemente son como seríamos la mayoría de nosotros si no tuvieramos miedo de la ley, la liberación en el abandono, la búsqueda metafísica y la renuncia a una humanidad que se mantiene en la consciencia como la sensación del miembro ausente en el mutilado.

martes, 13 de marzo de 2012

Bellflower: The Wonder Years en adulto y sin hiperglicemia

Se ha dicho, sobre esta película, que es una especie de "Club de la Pelea" para el siglo XXI; que lleva la hiperviolencia a extremos nunca vistos; que "trata de dos tipos armados hasta los dientes que aguardan con ansia un cataclismo global para hacerse con el control de la Tierra"; que es una reflexión desoladora sobre el amor. En suma, un filme que, tranquilamente, podría estar firmado por el mejor Park Chan-Wook.


Es por eso que, temeroso de que su visionado me causara, por lo menos, un par de aneurismas cerebrales, me decidí a contratar un equipo médico lo suficntemente capacitado para salvaguardar mi salud al momento de disfrutar de tamaña joya del cine y, acompañado de mi eficiente staff médico, le dí al play. En pocos minutos, empecé a tener serias sospechas sobre la veracidad de los comentarios anteriores. Desde las primeras escenas ya se desarrollaba frente a mí, una comedia romántica indie (que se distingue de la tradicional en que los personajes son proletarios, los white trash de toda la vida, y no "exitosos y jóvenes empresarios que no encuentran el amor") cuyo mayor mérito era la falta de metas a la usanza ortodoxa de los protagonistas (Lograr que un lanzallamas casero sea utilizable es, para ellos, el equivalente más cercano a la esperanza de  conseguir una beca para realizar un MBA en el primer mundo, para el usuario común del Facebook).


Un automóvil con servidor automático de whiskey, un concurso para comer cucarachas en un bar, que es ganado por el personaje principal femenino y un road trip para buscar el restaurante de carretera más asquerosos son el inicio de una historia de amor tan melosa que fácilmente hubiera sido protagonizada por la Meg Ryan pre botox.


Sin embargo, luego del primer beso, no pasa nada (que no pase en la vida real) que merezca algún tipo de atención por un aproximado de 68 % de metraje. En ese momento, la joven y bella protagonista ya se encuentra hasta las narices del adorable y rebeldoso protagonista y retoma antiguas costumbres como acostarse con su casero, sólo que esta vez en la cama del soñador enamorado y minutos después de que éste saliera de casa.

viernes, 2 de marzo de 2012

MIchel Houellebecq: La gerontofilia no es una depravación cotidiana

Independientemente de su raza, condición social, filiación religiosa o red social a la que pertenezca, el varón heterosexual, de manera global, centra su realización personal en la consecución de dos objetivos: Culos y tetas. Y para conseguirlos, el hombre se basa en dos técnicas:
1. Cuando es joven: En sus condiciones personales. Ya sean, estas, físicas (como un cuerpo de abdominales marcadísimos o un rostro "tierno y a la vez masculino"); o espirituales (un sentido del humor de guionista de "Saturday night live" o la imagen de "rebelde duro que en el fondo sólo espera encontrar algiuen a quien amar" y a quién las mujeres desearan, infructuosamente, cambiar)
2. Cuando ya no se es joven o cuando se es joven pero se carece de las cualidades anteriores: Dinero.
Como todos envejecemos, finalmente, la única posibilidad de tener sexo -de  manera, al menos, bilateral- sólo se alcanzará por medio de billetes (de preferencia divisas convertibles de alta denominación). Ya sea si la transacción es directa y de contraprestraciones inmediatas (como en la prostitución), o mediante un contrato a largo o mediano plazo (como en el matrimonio), la satisfacción sexual será directamente proporcional a la suma invertida.
Como todo hombre aspira, en el fondo, a ser un macho alfa (y no pagar jamás por sexo), dicha transacción le es, casi siempre, insatisfactoria una vez que la polución seminal ha sido realizada. En estos casos, la esposa suele ser una bruja; la amante, una puta; y, la puta, una vulgar portadora de gérmenes venéreos. Lo único que se mantiene constante es el vacío. Afortunadamente, la naturaleza ha tenido la prudencia de hacer que la carga de espermatozoides se renueve constantemente y, con ella, el deseo y la esperanza de trascendencia a través de la carne apetecida.
Pero cuando el sexo empieza a escasear, o se te exije más dinero por él, se hace más dificil lograr alguna satissfacción duradera. Es por ello que inventamos el amor, para dotar (al menos en apariencia) de cierta seriedad, de algo de certidumbre y venerabilidad social a un acto que tiene no gran parte, sino todo de animal o, incluso, pretendemos sustituirlo con el poético sentimiento (cuya utilidad real es la misma que la de la poesía) como si de tofu genital se tratara (Y por ello el amor es más fuerte en la primera adolescencia y en adultez previa a la senectud, que es cuando más urgentes y escasos son los actos carnales).
A pesar de todo intento de disfraz, mientras más te acercas a la vejez, ya no puedes esconder la realidad: Nadie te tocara más que por dinero. Ni siquiera tu esposa si la tienes, pues: o bien ya no tendrán contacto físico o tu necesidad de carnes jóvenes te impedirá lograr siquiera un disfrute mediocre. Eso no es tan terrible si no lo tienes, puesto que tus otros problemas ocupan tu tiempo; pero, si lo tienes ya jamás podrás quitarte la sensación de que ese cuerpo que está debajo del tuyo sólo va a disfrutar del encuentro cuando termine y pueda comprarse algo con lo que le has entregado. Y después está el vacío. La certidumbre de que te has pasado la vida tratando de tener éxito porque inconscientemente sentías que eso te permitiría disfrutar de los placeres femeninos a perpetuidad como el macho alfa del que acabamos de hablar. Lograste todo para ser admirado y lo único que se te admira es el contenido de la billetera.
Eso lo ha entendido muy bien el escritor francés Michel Houellebecq y casi toda su obra literaria-si es que podemos considerarla como tal- es más bien la escritura por capítulos de un enorme ensayo filosófico en tono de ficción sobre la soledad sexual de la vejez y el solitario camino que te lleva hacia allá.
Houellebecq propone que el origen de toda tragedia humana se encuentra en la íntima relación entre el sexo y la mortalidad y que nada podemos hacer para cambiar esa condición salvo la manipulación genética de nuestro desamparo y la desaparición de nuestra especie tal como la conocemos. En algunos casos, como en "Las partículas elementales" la solución es vagamente esperanzadora -al menos para esa raza nueva; pero, en otros, como en "La posibilidad de una isla"; el resultado resulta increíblemente opresivo y mucho más aterrador que nuestras actuales vidas, cortas y sufrientes.