sábado, 7 de diciembre de 2013

A propósito de Mandela: ¿Realmente merece tantos elogios?

La suma de todas las virtudes siempre nos sabe a poco cuando queremos describir a un muerto fresco, quien siempre es el mejor padre, marido ejemplar, gran trabajador y el mejor puntero izquierdo que se recuerde en las pichangas de los sábados. 

Si bien una vez muertos somos los más inteligentes, los más carismáticos y los más guapos, cuando el fallecido no es un vulgar Juan Anónimo sino todo un Nelson Mandela o, al menos, un rápido y furioso Paul Walker, necesitamos una amalgama de adjetivos calificativos en siete idiomas para acercarnos un poco al cúmulo de dones que tuvo en vida el recordado. 

Es en esas ocasiones cuando nadie quiere quedar fuera de la fiesta: Ni los diarios, ni los twitteros, ni los etiqueteros del feisbug ni, por supuesto, Periódico de a China. Pero, por cuestiones de espacio, esta vez no vamos a hablar del noble corazón del oficial Brian O'Conner ni de su alma latina, como tampoco de la devastación planetaria y efecto rebote en el calentamiento global ocasionado por la muerte de Corey Monteith. Solo vamos a hablar del que para los culturosos twitteros de siempres es el clon de Morgan Freeman y para los sudafricanos, simplemente: Madiba. 


miércoles, 13 de noviembre de 2013

Antes de la Media Noche: No hay romance que dure cien años

Al momento de empezar esta entrada he descubierto, con pavor, que jamás hemos hablado de "Antes del Amanecer" ni de "Antes del anochecer", películas que representan, respectivamente: El amor ideal para un post adolescente indie, fanático de la Nueva Trova; y, el canto de cisne del amor para un post post adolescente que ya pinta canas y sabe que su vida no se parece ni remotamente a la que supuso que tendría, y que no ha cambiado el mundo, no ha ganado un Nobel, tiene dos hijos y una esposa casi sin darse cuenta y ha relegado a la categoría de "Aficiones" todo aquello que le parecía importante, a cambio de un trabajo repetitivo, esclavizante y monótono que apenas le alcanza para una supervivencia precaria. 


Porque no podría haber nada más estimulante para un veinteañero sin rumbo, que conocer a tu alma gemela de manera circunstancial, bajarte con ella de un tren en una ciudad como Viena,descubrirla y descubrirte en una charla carente de banalidades del tipo: "¿Y tú que estudias? ¿Y cuáles son tus objetivos para cuando acabes la carrera?" y enamorarte perdidamente sin la presión asfixiante de un mañana compartido (literalmente). Claro que como siempre queremos más de lo que el destino buenamente nos ofrece, quedan en encontrarse en el mismo lugar seis meses después. Y seis mese es mucho tiempo en un mundo pre whatsapp y twitter y, lógicamente, no se encuentran; pero el recuerdo sobrevive (inmaculado y mejorado, al no haberse contaminado con la rutina) en sus mentes durante casi diez años, por lo que él, ahora treintañero sin rumbo, plasma su historia en un libro, con el único objetivo de encontrarla, lo que logra al presentar su novela en París, donde ella vive, y ella va a a la presentación, y se encuentran, y entre paseos y charlas (un poco más banales, ya que nos permiten enterarnos que ahora el protagonista está casado y tiene un hijo), uno descubre que han envejecido, no sólo sus cuerpos sino, principalmente, sus ilusiones y, de alguna manera, lo único incólume en sus vidas, lo único vivo, mejor dicho, que aún tienen, es el recuerdo de si mismos en su noche en Praga; y, con mucho menos romanticismo -salvo por la escena final, absolutamente perfecta, a ritmo de Nina Simone-  descubren que aún están enamorados.

Así acaban los dos filmes previos. El tercero, y que le da nombre a la entrada, tiene como premisa: "Y qué pasa en el cuento de hadas, luego que el príncipe besa a la princesa y se compromete con ella". Aquí el elemento mágico, atemporal, ha desaparecido. Céline y Jesse (que así se llaman los protagonistas) ya no tienen sólo un día para estar juntos y mostrarse lo más interesantes que se pueda y dedicarse el cien por ciento de su atención. Jesse ha abandonado a su ex esposa y ahora vive con Céline y sus gemelas de siete años; es decir, forman una familia cualquiera, con toda su monotonía a cuestas.

Ahora debe ocuparse de otras cosas: Trabajo, las niñas, cuentas, el hijo de su anterior vida, que acaba de pasar las vacaciones con ellos y que tiene una relación mas cercana con Céline que con su padre, por lo que éste se halla carcomido por la culpa del abandono que trata de remediar insinuando una mudanza a Chicago para estar más cerca de él. 

Ya no están pendientes el uno del otro y eso se hace patente en la segunda escena del film, cuando Jesse sale del aeropuerto y Céline le espera junto al auto. Ambos suben, ella le ignora y sigue hablando por teléfono. Es trabajo, obviamente, y ya tienen cuarenta años y la artista Céline tiene que pensar en su futuro laboral, y es de eso de lo que habla cuando cuelga, que esas conversaciones sobre música o la vida como condición abstracta están muy bien pero ahora hay que hacer frente al mundo real.

Y es un acercamiento a este mundo real lo que vemos en casi todo el metraje. Las charlas se centran mayormente en los hijos, en el trabajo, en porqué carajo no guardas la ropa ni haces la cama (un comentario de Céline, sobre que los hombres nunca dejan de creer en las hadas, porque suponen que ellas son las que ponen los calcetines en el tacho de ropa sucia, sin esfuerzo de nadie, es una de las mayores verdades del cine contemporáneo) y apenas salen un poco de ello cuando visitan la iglesia bizantina.

Y claro, también se habla, de sexo. Sobre todo en conversaciones con terceros (un elemento nuevo en esta película). El sexo cobra tanta importancia por que ha terminado convirtiéndose en el catalizador de frustraciones, esperanzas y recuerdos de la pareja (Memorables tanto la queja de Céline, de lo aburrido que es sexualmente Jesse y el comentario de la Céline del futuro que inventa éste, sobre el día del mejor sexo de sus vidas al sur del Peloponeso). 

Sobre todo es patente la frustración de Céline, quien odia que todos conozcan de su vida sexual por los libros de Jesse, pero no duda en compartir con casi desconocidos sus conflictos no sexuales. Existe un hastío marcado en ella: Sexual, como ya hemos visto, pero también emocional, pues, como toda mujer, pretende que "su hombre" de un paso más allá en el compromiso, que adquiera virtudes de mujer (a lo que se le suele llamar madurar), pero manteniendo las de hombre. Céline ya no compone, ya no canta, ya no divaga. Sonríe muy poco en el filme y parece que va a explotar en cualquier momento (cosa que, efectivamente, hace varias veces). En algún momento le dice a Jesse que sigue siendo mentalmente igual que a los veinte años y, aunque quizás no sea tan cierto; sí lo es, que ella no se parece mucho a la de los dos primeros capítulos. Maternidad, que le dicen. Monotonía y aburrimiento, para otros. 

El punto es que, aunque de manera más sosegada y trivializada, mientras Jesse se mantiene en el espacio continuo temporal (por usar un término de la película) del amor romántico, Céline añora aquel amor que no reconoce en el presente. Quizás por eso, Jesse utiliza el recurso de la carta del futuro para recuperar en ella, al menos un poco de esperanza en una relación terriblemente desgastada por la cotidianidad, la cual no sería tan terrible si todo no hubiera empezado, como empezó, aquel día en Viena. 

viernes, 19 de julio de 2013

Guerra Mundial Z: O como Brad Pitt le puso zombies a Indiana Jones

Hace ya bastante tiempo hablamos sobre Guerra Mundial Z. En aquella oportunidad nos referíamos al libro escrito por el hijo de Mel Brooks y mencionamos que Brad Pitt se había hecho con los derechos para producir la película.

Confieso que a pesar de lo difícil que me parecía llevar a la gran pantalla una historia en forma de reportaje, sin verdaderos protagonistas individuales y sin melodrama romántico de por medio, tenía grandes expectativas depositadas en lo que pudiera hacer con ese material el protagonista de 12 Monos y del Club de la Pelea.

Lo que Pitt me ha demostrado, sin embargo, es que no puedes haber estado casado con Rachel de Friends y luego ser el consorte de Lara Croft por años sin terminar convirtiendo una épica pseudo histórica del terror en un juego de vídeo de cuatro stages con introducción y conclusión ridículamente sensibleras.

El filme, como casi todos los blockbusters de acción de los últimos años, pone absolutamente todas las secuencias espectaculares en el tráiler, esperando que la sobredosis de grasa y azúcar a la que nos entrega la ingesta masiva de pop corn, nachos y gaseosas nos pegue tal subidón que nos impida darnos cuenta que lo que hemos visto es un bodrio cargado de secuencias insulsas, vergonzosas, planas, repetitivas hasta la saciedad y que los únicos tres minutos decentes los pudimos haber visto gratis en el Youtube.

Parece que la fórmula no sólo es exitosa, sino que no se agota, sino de qué otra forma podríamos imaginar que los cines no parezcan sentir ni la menor brisa de crisis económica en la venta de maíz reventado a precio por gramo de la plata repujada.

Pero cuando uno ve una historia muy buena tomada por uno de los star systems menos cuadriculados de Hollywood (que con Soy Leyenda ya se sabía que Will Smith iba a colocar un buen puñado de mierda en el pozo séptico de la historia del cine popular, aunque no a los extremos indignantes a los que llegó y que apenas ha podido superar hace poco con la abyecta After Earth) como que te entran dudas y pagas tu entrada y esperas que lo que estás a punto de ver se acerque a "28 Días Despúes" (sin el final, claro) o al menos al remake de "Amanecer de los Muertos" de Zack Snyder y, de pronto sólo tienes una sucesión de lugares comunes y escenas risibles para justificar la aparición de la mega estrella que salvará el mundo (y no, no estamos hablando de Will Smith, por duro que sea) y como había que justificar la compra de los derechos del libro para tener el título, pues a poner la escena de lo que pasó en Israel de una manera tan patética, que me hace pensar en cóm explicaría el Holocausto Barnie el Dinosaurio (Sin embargo, la secuencia de los zombies trepando unos sobre otros sobre el muro es espectacular, de lejos una secuencia memorable que bien podría cortarse, sin pena, del comistrajo que es este filme y pegarlo en una película de muertos vivientes de verdad).

Pero nada, absolutamente nada, ni siquiera la doble mastectomía preventiva de Angelina es tan terrible, como la forma en que termina salvando a la humanidad Joe Black ... Bueno, sí, el final de Soy Leyenda es aún más esperpéntico, pero, eso sí, por muy poco.

Y si en el libro las tropas marchaban sobre los muertos vivientes tocando en altavoces "The Trooper" de Iron Maiden, en esta infame cinta no hubiera desentonado la potencia emocional que te da "Baby" de Justin Bieber.





De San Fermines y Cruzadas Morales: Cuando la libertad es lo menos importante

Luego de un año de problemas técnicos, este blog regresa con toda la energía que es capaz de entregar un anoréxico frente a un buffet de pastas. 

Y sin mayores explicaciones sobre nuestra prolongada ausencia o sobre la pésima, e incorrecta políticamente, broma del párrafo inicial,  nos metemos de lleno en un tema de constante actualidad desde que al bueno de George W. Bush se le dio por recordarnos que la moral es sólo una: La cristiana; y, que cualquier acción que se aleje un palmo de las enseñanzas divinas (que tan bien saben adaptarse a cualquier intento de progreso social) debe ser castigada con el escarnio público, ya sea que la cometa un terrorista islamofílico, un actor alcohólico y adicto al sexo de pago o una señorita universitaria que pasa sus vacaciones de verano enseñando las tetas en un exótico festival de algún país hispanohablante. 

Moralismo al que se adscriben desde reaccionarios derechistas de toda la vida hasta esa abundante especie de cucaracha urbana llamada "librepensador socialdemócrata"  pasando por adolescentes fundamentalistas fanáticas de Crepúsculo.

A raíz de algunas fotografías, como las que vemos en este post, gran parte de la prensa internacional (en español, pues en verdad no me he tomado el trabajo de verificarlo en otras lenguas) ha decidido que los rostros alcoholizados y felices de las niñas que ofrecen un toque de su piel a los buenos parroquianos que agradecen tener algo mejor que hacer que ser perseguidos por un toro (y que en algunos años sería recordado, por ellas, como una travesura juvenil, que les arrancaría una sonrisa en medio de la monotonía de sus vidas adultas de madres de familia) reflejan en realidad el pavor, la impotencia y la desesperación de unas mujeres esclavizadas para el sexo, condenadas a satisfacer las perversiones de la masa por el simple hecho de querer ser espectadoras de un espectáculo folclórico.