miércoles, 24 de septiembre de 2014

Pedrito Suárez: Tan solo me dices popopopo

Hay personajes, como Cerati que caen simpáticos a primera vista. Esto, para un músico o un actor, quienes viven del público, es como que Candy Candy lograra un ménage à trois con Terry y Anthony sin escandalizar a la rígida moral del anime de finales de los setentas.

El artista simpático no solo logrará más éxito que otro con similar talento; sino que se le perdonaran limitaciones que a otros no y, sobre todo, se magnificarán sus logros y talentos mientras vaya creciendo su fama y su don de gentes. Cada día será más simpático, "más sencillo", más talentoso. Vamos, si se mantiene vigente algunos años llegará a ser considerado un emblema generacional, ¡Un genio! y si, además se muere joven o sufre alguna rara enfermedad que le impide volver a cantar, pasa, inmediatamente, a la categoría de Leyenda.

En el Perú tenemos un puñado de mitos, algunos con enorme merecimiento, como la Chabuca Granda; pero, la mayoría, agrandados por el fervor popular que se enciende ante su carisma, como Chacalón o nuestro invitado de hoy: Pedro Suárez Vértiz o Pedrito, que es casi un miembro de la familia.

Pedrito, para muchos, es la más grande leyenda del rock peruano; lo que habla muy mal tanto del rock peruano como de los peruanos. Claro que quienes lo etiquetan de esa manera, probablemente podrían decir sin despeinarse que Justin Bieber ha revitalizado el panorama del jazz en el siglo XXI y su idea de rock duro y contestatario se materialice en los Hombres G. Al margen de lo lejano que esté, musicalmente, Pedro del rock; es indudable que es uno de los músicos más exitosos, sino el más exitoso de las últimas décadas en el Perú. Desde su temprana aparición en Arena Hash (Un grupito de pop adolescente de finales de los ochenta, de letras desenfadadas y ánimo festivo, que revitalizó una escena comercial que se repetía a sí misma), se hizo de un nombre en el mundillo de la música peruana (dominada por otros "gigantes del rock" de ese momento, como Dudó, Nina Mutal o el Maná peruano de los convulsos años del terrorismo y la hiperinflación: Río); y al deshacerse, continuó una carrera en solitario, ahondando con ahínco en la misma tónica de cancioncillas facilonas, letras de doble sentido y coros pegadizos, siempre teniendo como objetivo colocar algún single como el hit del verano.

En su dilatada carrera, podemos encontrar canciones memorables como "El Rey del Hahaha", en la que, seguramente reflexionaba sobre la ambigua situación de las monarquías constitucionales europeas y su relación con el poder; "Mi auto era una rana", crítica mordaz contra el consumismo y la contaminación; "Los globos del cielo", reclamo evidente a la búsqueda de medios de transporte más ecológicos o, de repente un llamado de atención a los que niegan el fenómeno ovni; o "Rapta la mona y ve", en la que predice el advenimiento del Estado Islámico y sus peligros para la civilización occidental.

Tamaños éxitos, lo convirtieron en la estrella más luminosa del firmamento musical peruano (equivalente al brillo que ofrece la llama moribunda de una vela sin parafina); pero quería más. ¿Como conformarse con el mercado interno, mientras su compañero de Arena Hash, Cristian Meier, se convertía en un galán reconocido internacionalmente? Algo había de ocurrírsele al buen Pedro para lanzarse a la conquista del extranjero. Sin embargo, compitiendo en letras graciosas con los portorriqueños, no tenía como lograr el menor éxito. Peor aún, si apelaba a su exiguo talento, sus opciones eran aún menores ¿Qué es lo que faltaba, entonces en la Meca de la latinoamericanidad que es Estados Unidos y que es a donde apuntaba su hábil olfato? ¡Claro! Un himno para el migrante. Millones de latinoamericanos alejados de su patria y de su idioma, consumidos por la nostalgia y ávidos de identificarse con algo, con lo que fuera. Allí apareció ese "Cuando pienses en volver" cuya letra era tan críptica como todo lo que escribía Pedrito en aquellos tiempos, pero el coro era sencillamente fulminante en su simpleza y ataque directo al corazón del minimum wage worker latino, así que allí llegó el mega hit, la internacionalización y la gloria ...por unas semanas, porque ya sabemos que la industria musical no se detiene y al poco tiempo el buen Pedro ya era historia olvidada.

Sin embargo, sus quince minutos de gloria warholiana fueron suficientes para que sus coterráneos, tan necesitados de reconocimiento ajeno en vista de nuestro paupérrimo amor propio, lo pusiéramos a la altura de Bob Dylan al menos, y consideráramos una obra de arte exquisita cualquier melodía que saliera de su garganta.


Y llegó el día en que Pedrito no pudo cantar más. Una enfermedad degenerativa nos privó de nuevas versiones de "Degeneración actual" o de "La Vida me Sabe a nada"; pero Suarez Vértiz, el Da Vinci peruano, no estaba dispuesto a desaparecer en las brumas del olvido; así que se convirtió en escritor (aquel que había reconocido, con orgullo, no haber leído un libro en su vida) y en gurú del sentimentalismo de éxito plástico new age de las redes sociales. Incluso su libro se convirtió en un best seller, a pesar de la rotunda planicie de la prosa del escritor contratado por Pedrito para escribir su autobiografía (sin escándalos y con reflexiones color rosa), gracias a su inmenso carisma.

Por eso, me atrevería a decir que Pedrito es el peruano más influyente de la historia (lo que habla muy mal del Perú y de la historia, claro).

lunes, 15 de septiembre de 2014

Godzilla: ¡Los monstruos son el director y el guionista!

Cuando suponíamos que el epítome del cine basura (ese que te hace reabsorber las mucosidades nasales con estupor, al observar un despliegue inútil de millones para conseguir contar una historia que podría haber sido igual de mala haciendo que la escriba un camarón con disentería, ahorrándose un buen puñado de dólares) se hallaba, deleznablemente, representada por la saga Transformers y por ese producto de la mente de un zombie parapléjico con una bala de fusil alojada el el inutilizado lóbulo occipital de su cerebro, llamada Need for Speed;  nos damos con la sorpresa de que aún se puede insultar a la audiencia de manera más clamorosa. 

No cabe duda que el último reboot de Godzilla se halla al nivel del más ominoso comentario racista lanzado en un concurso de chascarrillos étnicos organizado por el Ku Klux Klan, superando largamente a la miserable versión de Roland Emmerich. El guión es un adefesio comparable a los argumentos estadounidenses para justificar el bloqueo comercial a Cuba, las actuaciones son risibles (si estamos en un buen día y acabamos de ganar la lotería. De lo contrario, son -directamente- abominables) y los efectos especiales tan pocos y tan mal hechos (a pesar de notarse que son muy, muy caros) que uno termina mirando al techo durante buen rato, tratando de encontrar la cámara oculta que esté grabando nuestras reacciones de estupor; porque, hay que tener la cara más dura que el adamantium para afirmar que esa película ha sido hecha en serio. 

La historia (porque no hay en nuestra rica lengua otro sustantivo que defina mejor era despreciable sucesión de imágenes sin mayor conexión, cuya única finalidad es que empiecen a pelear los monstruitos) empieza con una escena del pasado remoto (de cuando se accedía a la Internet por módem telefónico) protagonizada por el papá de Malcolm (Pues me niego a pensar que se trate del mismo actor que representaba a Walter White), cuyo maníqueo y trágico desenlace hace ver como cine arte experimental a melodramas hindúes como Joker o 20000 Millas en Busca de Mamá. Es hasta obsceno ver como debe cerrar la puerta del túnel por donde llega la nube radioactiva en el momento preciso en que su esposa está a punto de salir de él y como le alcanza el tiempo para sacarse el protector de la cabeza para decirle que viva por su hijo mientras termina de morirse mientras la última puerta se va cerrando entre ellos). 

A pesar de eso, esta primera parte es, de lejos, lo mejor de la película; pues, existe cierta coherencia en la búsqueda de respuestas a los extraños movimientos telúricos por parte del papá de Malcolm y el desastre que acarrea el secretismo del gobierno japonés por ocultar la existencia de Godzilla. A partir de allí, ya veinte años después, en pleno auge de Miley Cyrus y las Kardashian, tenemos al hijo del papá de Malcolm (que, curiosamente, no es Malcolm) volviendo a Japón a salvar a su padre (que, claro, es un alma torturada y obsesionada en desentrañar el misterio del terremoto que lo dejó viudo).

A diferencia de los blockbusters tradicionales, en las que el protagonista humano es crucial en el desarrollo de la historia (miren a Shia Labeouf salvando a los Autobots), la película bebe de las fuentes del cine de autor europeo y opta por una participación absolutamente nula del protagonista en el desarrollo de los eventos. Godzilla y sus enemigos siguen avanzando y les da absolutamente igual hacia donde vaya el hijo del papá de Malcolm, quién no acaba de creerse que va a cobrar como estrella principal por un papel de extra que aparece muchas veces, así que trata de cobrar algún protagonismo llamando a su esposa (que es un hombre de bien y los hombres de bien siempre están casados, aunque haciendo cálculos con la primera parte, no debe tener más de 23 años) desde el otro lado del mundo para decirle que Godzilla y un par de gigantes destructores se encaminan a San Francisco, donde vive, y que, además, el gobierno ha decidido (sabiamente, como pasa con todas las decisiones militares que toma Estados Unidos últimamente) lanzar un ataque nuclear en una ciudad con cuatro millones de habitantes para acabar con la amenaza (a pesar de que el científico loco de turno ha asegurado que Godzilla se encargaría del problema porque ha leído a Osho y ama el equilibrio cósmico). Luego de esta información algo inquietante, le dice que no vaya a ninguna parte, que lo espere, que como todo héroe hollywoodense llegará en el momento más álgido para salvarla; por lo tanto, ella (siguiendo los principios judeo cristianos de obediencia ciega al marido, que nos enseña la Biblia y que tanta degenerada niega tan frescamente) decide ignorar los convoys de evacuación y quedarse en la ciudad esperando el rescate de su príncipe azul. Hasta allí lo normal, debería llegar, salvarla cuando un monstruo está a punto de devorarla ydestruirlo con una brillante idea que cogió de su padre antes de morir pero que recién recuerda en este momento providencial. Pero no. En Godzilla, el protagonista ni siquiera salva a la damisela. Solo se encuentra con ella al final, cuando ya todo está decidido y, apenas, logra librar de la muerte a un niño X, que ni siquiera es su hijo. Godzilla se encarga solito de destruir a sus antagonistas y, después de una breve siesta, se para y se va, sin aceptar la medalla de honor de la ciudad o presentarse para regidor en las elecciones. Entonces, si el personaje principal no iba a participar en el desarrollo de la trama central ¿Porqué no se filmó desde el punto de vista de Godzilla? ¿No hubiera sido interesante conocer las motivaciones del gigante para viajar alrededor del mundo y arriesgar su vida para destruir unos mostrencos que no le habían hecho el menor daño?

Definitivamente, Gareth Edwards, muestra que la promesa aquella que convirtió una premisa interesantísima como la que tenía Monsters, en un bodrio insufrible, es, ahora, toda una realidad. Estamos, me atrevo a decirlo, ante el nacimiento de un nuevo Michael Bay. 

viernes, 5 de septiembre de 2014

Gustavo Cerati y Joan Rivers: Ya que la muerte es música ligera

Si hay algo que, como especie, nos guste más que el Mundial, son las muertes de los famosos. Nos encanta formar parte de la historia agregando nuestro granito de arena en el obituario colectivo que le construimos a las leyendas del rock, del deporte, de la política o a Ciro Castillo Rojo. Nos seduce hasta las lágrimas decir que fuimos grandes fanáticos, grandes amigos, que la primera vez que nos acostamos con alguien fue con nuestro ídolo mirándonos, aprobatoriamente, desde un póster. 

En ese sentido, la globalidad internetera está de plácemenes. Esta semana ha sido pródiga en necronoticias: No nos ha dado una, sino dos muertes de celebridades. Si bien me lapidarán muchos al comparar el deceso del MÚSICO Cerati con la muerte de la reina de la frivolidad, Rivers; la verdad es que ambos eran millonarios; archinoconocidos; hacía varios años no tenían la menor expresión en el rostro; y, su han creado un legado que perdurará durante generaciones en la cultura pop (Que es tan válido, o tan frívolo -aunque  algunos les duela reconocerlo- pasar a la historia como compositor de himnos generacionales, que como sagaz crítica de vestidos en la alfombra roja).

Como en Periódico de a China no somos extraterrestres, nos adscribimos, incondicionalmente, al morbo público y lanzamos, encantados, nuestro aporte a los festejos...digo a los homenajes a estas dos nuevas estrellas del firmamento de los finados.

Empezamos, faltaría más, con Gustavo Cerati. Uno de esos raros especímenes del Homo Elegantus, al cual pertenece también David Bowie, que exudan distinción en todo lo que hacen, lo que les permite trascender la mediocridad a la que estamos condenados la mayoría de mortales (Al menos sabemos que ellos también son mortales), sin importar, en demasía su talento. Cerati hubiera marcado tendencia tanto como físico nuclear o como maitre de restaurante cinco tenedores. 

Es esa elegancia en su aura, la que lo elevó de rostro visible de la boy band ochentera, que era Soda Stereo hasta convertirse en el genio de la música que mira despectivamente desde lo alto a Mahler y a Stravinski.

Es indudable que sólo alguien como Gustavo podría hacernos pensar que "Oye, te hacen falta vitaminas" es una frase lapidaria respecto al vacío emocional que implica el estilo de vida hiperconsumista que se iniciaba en aquellos ochentas; o que "Comunicación sin emoción, una voz en off con expresión deforme" nos invitaba a replantear las relaciones interpersonales desde un contexto de implicancia sentimental y empatía. Incluso, ya pasada su primera juventud, nos deleito con letras que deberían terminar en tatuajes con su carga de profundidad como: "después de un baño cerebral, estaba listo para ser amado", que nos indica claramente que para conseguir sexo debemos tener la consciencia limpia ... o algo así. 

Pero es en su concierto de despedida (antes del revival, claro), donde Cerati mostró al mundo que solo habíamos nacido para amarlo y admirarlo; pues, la frase semi idiótica del final del concierto (producto, seguramente, de la emoción, los nervios y alguna droguilla de nada que en algunos añitos lo pondría en coma) que dice: "No solo no hubieramos sido nada sin ustedes sino que toda la gente que estuvo a nuestro alrededor desde el comienzo , algunos siguen hasta hoy. Gracias totales", se convirtió en la frase culminante de la generación de fin de siglo (lo que habla muy mal de esa generacion, claro).

¿Qué mas decir de Cerati, que no se haya dicho ya en los últimos 20 minutos en toda la red? Pues, que ya llevaba muerto cuatro años y parece que muchos jamás se dieron cuenta, porque faltaba el detalle de enterrarlo.

Respeto a Joan Rivers, diré que su voz tosca, su rostro repulsivo cargado de cirugías sobre cirugías, la hija antipática, los comentarios insulsamente superficiales y cargados de mala leche contra lo más sagrado de una mujer, que es el vestido de noche; la convirtieron en una de mis divas favoritas, casi a la altura de la Tigresa del Oriente. Alguien que tiene el descaro de hacer algo como Fashion Police y tomárselo en serio, al punto de sentir que su labor en la purificación del alma era, con mucho, superior a la de cualquier gurú religioso como el papa san Juan Pablo; demuestra, simplemente, su tremenda inteligencia para hacerse la estúpida y ganar millones con el candor de los que de verdad lo somos.   

Este sería el momento de decirle a nuestros dos héroes que descansen en paz (porque claro que me oyen, no ven que soy un fan); pero, en respeto al buen gusto de Cerati y al kitsch excesivo de Rivers, me tragaré mis cursis palabras y no diré nada.