lunes, 9 de marzo de 2015

Don Jon: El placer culposo de amarse a si mismo

Joseph Gordon Levitt ya se había consagrado como nuestro perdedor favorito en "500 Días de Verano", donde compartía roles con una de las musas del Periódico de a China: Zoey Deschannel; así que, la oportunidad de volverlo a ver en una película que además incluye porno y a Scarlett Johansson (Las otras dos musas de Períodico de a China) no podía desaprovecharse; por eso, casi inmediatamente (apenas a dos años de su estreno), decidimos hacer un análisis de la evolución sociológica de las relaciones de pareja a lo largo de la historia de la humanidad, en base a las actitudes ¡Cómo no! de un personaje de nuestro entrañable Joseph, en este caso: Don Jon.

El personaje en cuestión, se encuentra en las antípodas del Tom Hansen de 500 días: Es un éxito absoluto con las mujeres (De hecho, cada salida suya implica sexo con una mujer con un puntaje de 8 sobre 10 como mínimo. Lo que en el mundo real vendría a ser un 250 sobre 10); tiene un físico envidiable (el esteroico cuerpo con el que sueña todo red neck y sus diferentes variantes culturales); ni asomo de culturetismo indie (de hecho su simpleza es hasta caricaturesca; por ejemplo, su obsesión por confesarse y conseguir una penitencia menor) y un trabajo de bartender (Bueno, en eso si es tan fracasado como Tom Hansen, aunque al menos no llega a ser guionista de tarjetas de pésame).

Sin embargo, allí donde Tom Hansen buscaba el amor puro, eterno e inocente de "chick flick", que tanto suele gustar al adolescente poco agraciado y sensiblón; Jon Martello huye del compromiso con el pánico que le causaría a una niña anoréxica, un Mega de KFC. Jon es un hombre, que en apariencia, ha nacido para disfrutar de la carne, para no razonar, para ser un dios nocturno y modelo a seguir para su grupúsculo de amigos.

Claro que sus innumerables éxitos sexuales no quitan que sea un perdedor, un insignificante y reemplazable elemento de una sociedad para la que sus logros físicos son escoria, como lo es él mismo; lo que genera un círculo vicioso pues, para evitar la punzada permanente de la insignificancia, redobla sus esfuerzos en los campos en que puede sentir que es alguien: La discoteca y el gimnasio. Vamos, que hace lo mismo que probablemente hagas tú con tu vida, sufrido lector del periódico de a china, rompiéndote el lomo en un trabajo repetitivo y cuya mayor satisfacción sea el descanso médico que te regale un par de días libres, y que, para seguir con el auto engaño de la vida plena, te levantas antes de ir la oficina para reventarte el cuerpo en el gimnasio y reventarlo de alcohol en la discoteca de moda, con la esperanza de tener tu aventurilla de fin de semana.

Lógicamente, el tedio se apodera de Jon (Como de ti, claro) y el camino elegido es igual de insatisfactorio: El sexo casual puede ser una maravilla para tu sistema circulatorio y para ser la envidia de tus amigos, pero sin esa confianza que te da el conocer el cuerpo de alguien, la insatisfacción solo se incrementa luego del orgasmo.

Por eso, Jon practica una terapia alterna, casi secreta, pues la verdadera felicidad no suele ser tan glamorosa como el remedo de aquella, y se limpia de frustraciones por el camino de la masturbación. Claro que masturbarse en la actualidad no es lo mismo que hace 20 años. En el siglo XX era una combinación de ingenio, malarabismos tanto mentales como físicos y un par de musas (profesora, vecina, novia del hermano, etc) que intercalabas en aras de la diversidad; mientras, en el presente, dependes, casi exclusivamente, de tu banda ancha.

Jon, hace del sexo solitario un ritual que lo hace sentir más pleno que el compartido; al cabo, hablábamos del placer que te brinda la confianza y ¿en quien puedes confiar más que en ti mismo? Claro, me dirán que si el problema es tan sencillo, lo que el bueno de Juan necesitaba era una novia devota y futura esposa, como le aconsejaba su madre. Y la verdad, es que aunque Jon se negara a aceptarlo (porque la monogamia le confirmaría su condición de perdedor absoluto y simple repetición de su padre), bastaba la llegada de una mujer por encima de la media (en términos cinematográficos, claro, pues en la vida real, Scarlett Johansson es una quimera) para aceptar dichosamente su rendición absoluta al redil de los conformados.

Desde que ella se niega a acostarse con él en la primera cita, la relación evoluciona (o degenera) desde el capricho de posesión a la dócil aceptación de su voluntad. Superación, éxito, contención sexual, visitas familiares extendidas, todo aquello que Jon se negaba a aceptar como importante, va acaparando su vida y, obviamente, la insatisfacción va empujando desde sus entrañas hasta hacerse incontenible y llega el momento en que tiene que desfogarse por el único mecanismo que conoce (otros optarán por el alcoholismo o las drogas, como los paliativos sociales más populares), lo que no es aceptado por la dulce arpía de Scarlett, inmersa en su egoísta adecuación del mundo a sus propias expectativas (en la que SU hombre, es solo un elemento que forzosamente debe encajar en el conjunto).

Para ella, Jon debería estar dichoso de idolatrar su belleza como única recompensa a su esclavitud voluntaria. Pero él, si bien es corto de luces, siente que algo falla en el proceso de idealización de su vida, esbozando un pensamiento tipo: "Si tu vida se acerca a lo que espera tu madre de ella, es que la estás cagando monumentalmente", por lo que reincide en el vicio solitario. 

Naturalmente, Scarlett lo deja, para buscar un yuppie del nuevo siglo, más acorde a sus talentos de modeladora de vidas y nuestro héroe (que para acá ya a regresado a ser el perdedor absoluto que extrañabamos) manda a la mierda el ejercicio estresador de copular con pura estrella taquillera y los trabajos forzados en el gimnasio y se libera, por medio del sexo (como no podía ser de otra manera), de los traumas que su encantadora familia (familia=sociedad) le hacía arrastrar desde pequeño.

Claro que, como no se puede sabotear tantos mitos (así sea en plan comedia tontorrona, para pasar desapercibidos), la película hace una concesión a lo Christopher Nolan y hace que Jon abandone su autoerotismo), lo que tergiversa el demoledor mensaje que se nos estuvo dando.

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