jueves, 3 de agosto de 2017

Mami llegó tu papi con su Dunkerke


Se dice que Nolan ha entrado al Olimpo de los directores con esta película y, luego de su visionado, no podemos sino darle la razón a todos los que piensan que, por fin, puede tutearse con Spielberg. Dunkirk podría haber sido filmada por este y no hubiera desentonado. Todo nos recuerda al mejor cine de Steven: El patrioterismo burdo, el efectismo exagerado y cursi, el diálogo simplón, el melodrama metido en calzador, el cuidado gigantismo de sus escenas, lo plano de las actuaciones, el diabetizante mensaje de heroísmo colectivo, la banda sonora a la que se le corre el maquillaje con vergüenza ante las escenas que se ve forzada a acompañar como si del marido ebrio haciendo escándalo en matrimonio de la prima rica se tratase. Si es que no puso un guiño a la cultura popular de los ochentas, es porque el momento histórico es anterior, que sino Atreyu habría llegado montado en Falkor a rescatar a los soldados que faltara evacuar.
Ya en la tercera entrega de Batman, Nolan apuntaba maneras de aburguesado megalómano creador de bodrios históricos de consumo masivo y gran factura técnica pensados en arrasar  en la temporada de premios, en el que finalmente se ha convertido. Algunos ilusos supusimos, aquella vez, que el éxito del Caballero de la Noche le había jugado en contra y que los estudios lo obligaron a aceptar una postproducción hecha a cuchillo, digna de un Freddy Krueger en su mejor forma (Habrán notado que yo también puedo hacer guiños ochenteros) y del market placement más descarado donde hasta los lugares turísticos más importantes de la ciudad de Nueva York son publicitados en lo que, supuestamente, era la misteriosa Ciudad Gótica.
Luego vino Interstellar y a pesar de los innumerables defectos, su carga emocional es tan fuerte que volvimos a sentirnos orgullosos de tener las versiones piratas de su filmografía completa y volvimos a ser Nolanlovers como si Bane nunca hubiera pasado por nuestras vidas.
Pero siempre hay un antes y un después en todas las cosas, un punto de quiebre que marca con lo preestablecido, lo preconcebido y lo que suponemos que será el resto de nuestras vidas. A veces es algo directo y contundente, como un terremoto o un cáncer de páncreas; otras, es algo tan sutil que solo nos damos cuenta de ello con las perspectiva que te brinda el paso del tiempo. En otros casos, nos damos cuenta al instante, que algo cambió y ya no hay marcha atrás, como cuando decides dejar una prometedora carrera de medicina en el instante en que vas leyendo el capitulo 7 de Rayuela justo en la parte en la que dice “Con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano" y que podríamos llamar "nuestro momento en el que nos llevan a conocer el hielo". Eso es lo que pasa con esta película.
Luego de mirarla, nunca podremos ver algo de Nolan como antes; el maldito del mainstream se ha desmalditizado y solo le queda la comercialidad sin sorpresa, sin emoción (En la que se supone que debería ser la más emocional de todas, que no estamos hablando de desarraigo ni de soledad, sino del más intenso de los sentimientos -el único cien por ciento sincero- como es el miedo a la muerte). Nolan se ha graduado de farsante y, como otros que se hicieron un nombre antes de llegar a eso (Como Kubrick, Tarantino o el mismo Spielberg) acumula una sólida hoja de vida para que ponga sus excrementos sobre papel mantequilla y los degustemos, dichosos, como si se trataran de unos bombones Valrhona con cacao de Madagascar.
La película es tan mala, que la entrada de la Wikipedia te hace vivir, mucho más, la emoción del rescate más importante de la historia contemporánea. Si algo de bueno podemos rescatar de este insufrible ejercicio visual es que cuando te decidas a verla, podrás ocupar tu tiempo en algo más productivo, como en pulir ese allegro de sonata que llevas años tratando de terminar; o, lograr la cura para la angiopatía amiloide cerebral (Que ya la tienes a un tris), sin el remordimiento de estarte perdiendo una parte esencial de la historia, como si fuera Memento; pues, lo único que veras es barquitos, avioncitos, bombas, soldados cayendo al mar, en orden aleatorio y una final salvación milagrosa.